Reflexiones insignificantes sobre Twitter

Esperanzas y utopías aparte, acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son estas palabras de Chesterton: «El hombre sabe que hay en el alma tintes más desconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal… cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de un bolsista salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo» (G.F.Watts, pág. 88, 1904) [El idioma analítico de John Wilkins, Otras inquisiciones, Jorge Luis Borges]

Esta nada insignificante reflexión  de Borges del año 1952 dentro de una reflexión sobre un autor del siglo XVII, y citando a otro autor del siglo XX, puede quizá merecer, a su vez, una reflexión, aplicada a Twitter. El lenguaje ya de por sí intrínsecamente difícil para transmitir la riqueza del mundo y del alma humana, según comentario de Chesterton ¿cómo queda si se contiene en píldoras simplificadoras de 140 caracteres, los que caben en un tuit? ¿Cómo son los pensamientos, las ideas, las descripciones que caben en 140 caracteres incluso si son enriquecidos con la cita de tuit ajeno o las cuatro imágenes que permite ahora incluir Twitter? El mundo del aforismo, de tanta tradición literaria y filosófica, tanto prestigio intelectual y hasta  tanta utilidad práctica para echar mano de citas (¿qué haríamos algunos sin Georg Christoph Lichtenberg?) queda al alcance de cualquiera, con difusión inmediata, incontrolable e ilimitada, en un medio que es por una parte como un mar inmenso al que se lanza una botella y no se sabe donde llegará y a quién si acaso llega, y por otro un archivo donde todo queda, con memoria perpetua e ilimitada; desde las fotos con amigos hasta el comentario de nivel de barra de bar. El aforismo de Lichtenberg se difunde con ese inmenso o pequeño alcance y también la bobada, el exabrupto, lo insustancial, el insulto. La búsqueda del tuit perfecto, se dice; el tuit hasta como forma literaria. Ay. Comentarios inanes de futbolistas consiguen miles de retuits y una sentencia que puede ayudar a evitar una ejecución hipotecaria, y ayudar a que personas no caigan en exclusion social, veinte. Un mundo curioso, Twitter, y dificilísimo, y muy duro. Todo un mundo está ahí, pero no es exactamente el mundo.

Y no es el mundo, porque Twitter revela a las personas como son, pero también permite el artificio y la impostura más fácilmente que otros medios, y también el insulto y el ataque personal gratuitos. De quienes dirigen comentarios insultantes a personas desconocidas en Twitter, ¿cuántos les dirían eso mismo a la cara a esas personas desconocidas? ¿Cuántos son conscientes de que un avatar, incluso cuando consiste en una foto que no es gráficamente descriptiva del titular de la cuenta, tiene una persona detrás, con piel dura o fina, pero que ha de escoger entre no leer todas las interacciones o leerlas todas, -porque no hay término medio en esto en Twitter, salvo que se decida leer unas pocas interacciones, las últimas, y con eso perder información-, y por tanto arriesgarse a encontrarse y leer comentarios insultantes de personas desconocidas? Desconocidas desde dos puntos de vista: porque no se las conoce personalmente o porque no se identifiquen; y en ambos casos sin que haya habido ninguna comunicación previa. En el entendido, obvio, de que es imposible gustar a todo el mundo, e inútil intentarlo, ¿qué ventaja moral o emocional puede recibir quien emite comentarios así, de los que no diría a la cara, despectivos o insultantes? Twitter es el lugar del impulso, donde se puede conseguir lo que vende la publicidad -esa publicidad que por motivos mercantiles vende las virtudes del «ahora» y el «ya» y las ventajas de todo tipo que, al parecer, aporta satisfacer de forma inmediata necesidades con la adquisición inmediata de productos y servicios; y eso explica muchas cosas. Es gratis Twitter, y eso también explica mucho. Quien escribe un tuit habla al viento, sin saber que esas palabras no las lleva el viento, que las palabras quedan, que las palabras llegan, que las palabras hieren. Porque quiero pensar que nadie hace daño conscientemente; quiero pensar que es solo inconsciencia, la inconsciencia del niño pequeño que juega con algo que no necesariamente es dañino (¿es dañino un tenedor?) puede hacer daño a otros y hacérselo también a sí mismo. Quiero pensar en las palabras de Ulpiano para definir el Derecho o la Justicia: «honeste vivere, alterum non laedere et suum quique tribuere«, vivir honradamente, dar a cada uno lo suyo, no hacer daño a nadie. En el «naeminem laedere«, el no hacer daño a nadie inmotivadamente, pudiendo evitarlo.

Pero entre las muchas cosas que es Twitter, hay dos que es, y de eso creo que puedo estar bastante segura de que mi interpretación resulta correcta.

  1. Twitter es un instrumento de activismo de potencia tal como jamás ha existido otro. Lo describe muy bien mi compañero de luchas jurídicas José Muelas, abogado, actualmente Decano del Colegio de Abogados de Cartagena, en un post sobre la llamada «imprenta vietnamita». En época franquista los opositores al régimen se jugaban ir a prisión por la mera tenencia de un rudimentario método de impresión conocido como «imprenta vietnamita», que permitía imprimir unas pocas octavillas que luego se difundían repartiéndolas a mano, de una en una. Solo unas pocas octavillas podían imprimir, y lo hacían; incluso jugándose la libertad. Nosotros podemos escribir ilimitadas octavillas, que llegan a ilimitados destinatarios, a coste cero y sin riesgo personal; hasta sin salir de casa. No podemos quejarnos, porque si el Poder tiene medios, y utilizo esta palabra en su doble sentido de herramientas y medios de comunicación, la ciudadanía de a pie no está ya indefensa y tiene lo que nadie ha tenido nunca, en toda la Historia, la Historia con mayusculas: ilimitada capacidad de difusión. Me remito a mi post Reflexiones personales sobre cómo hacer activismo juridico sin un euro para financiación«, porque esas reflexiones, de hace unos meses, muy pensadas, tengo la convicción de que pueden ayudar a otros a luchar por lo que crean; aunque crean cosas distintas de aquellas en las que creo yo.
  2. Twitter proporciona la fuerza de una red para el activismo. Y no, no lo digo en el sentido habitual de la web como red, sino en el sentido de que permite crear vínculos para activismo que son muy fuertes: los de la fuerza de una red, no los de la fuerza de una cadena o de una cuerda. La fuerza de una cadena, de una cuerda, es la del punto más débil; la cuerda se rompe solo con que se rompa en un único punto, y la cadena se parte por el eslabon más débil, con un único eslabón. Pero una red son puntos donde confluyen líneas, muchos puntos y muchas cuerdas. Si la red es suficientemente grande, que falle un punto no significa absolutamente nada, porque los demás puntos resisten y por tanto resiste la red; y no hay puntos más importantes que otros, porque todos son importantes y ninguno es indispensable.

Detrás de los avatares hay personas, incluso de las cuentas colectivas o institucionales, que salen fuera de Twitter. Una persona a quien he tenido ocasión de conocer virtualmente como consecuencia de estar en Twitter me ha hecho llegar por medios no públicos -tras las relaciones en Twitter siguen fuera las relaciones personales- una foto maravillosa, la foto más bonita y más dulce que se puede mandar: la de su bebé recién nacido. Que me haya llegado esa foto me permite más reflexiones, seguramente tan insignificantes como todas las anteriores: que importan las personas, que importa el futuro y que hay futuro, y que Twitter puede ayudar a que sea mejor y que, siendo conscientes de ello, hay que intentarlo.

#TVerónica del Carpio Fiestas

en Twitter @veronicadelcarp,

tras 90.000 tuits

y habiendo llegado, sigo sin saber cómo, a 10.000 seguidores

Acerca de Verónica del Carpio Fiestas

Abogada desde 1986. Colegiada ICAM nº 28.303 Profesora de Derecho Civil en el Departamento de Derecho Civil UNED desde 1992 Despacho profesional: C/ Santísima Trinidad, 30, 1° 5, 28010 Madrid (España) Tf. (+34) 917819377 e-mail veronica@delcarpio.es En Twitter @veronicadelcarp
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