Cuando un espantoso fanatismo religioso asesina, quizá sea bueno recordar a quienes iniciaron la senda de los derechos que ahora nos parece obvia y lógica, y que hasta hace bien poco, en términos históricos, no lo era en la llamada civilización occidental. El Tratado sobre la tolerancia de Voltaire, en 1763, es un hito en la reivindicación de la libertad de pensar frente a dogmatismos e intolerancia religiosa, en contexto y circunstancias concretos, y extrapolable a otros, como de hecho, en efecto extrapoló el autor en otras obras.
Ahí queda esta frase del Tratado sobre la tolerancia:
«¡Ojalá todos los hombres recuerden que son hermanos!»
Y esta, de su Diccionario filosófico, de 1754, artículo sobre «fanatismo»:
«Entendemos hoy en día por fanatismo una locura religiosa, oscura y cruel. Es una enfermedad que se adquiere como la viruela».
También en derechos y tolerancia vamos a hombros de gigantes; gigantes como Voltaire.
Que nunca volvamos atrás en esa senda de los derechos quienes, gracias al esfuerzo de siglos de mucha gente, ya hemos conseguido dejar atrás esa mortal viruela; y no hay que olvidar nunca que lo que disfrutamos ahora como cosa consabida ni ha existido siempre ni se ha conseguido sin esfuerzo ni se mantiene solo.
Y que, en beneficio de todos, para ese fanatismo asesino se encuentre pronto, como se encontró para la viruela, el equivalente de una vacuna.
Verónica del Carpio Fiestas