Sapere aude en campaña electoral

«Atrévete a saber». El «sapere aude» es la expresión que, con origen en la Antigüedad clásica, utilizó Kant allá por 1784 para explicar qué es la Ilustración, en un texto muy conocido. El ser humano, con el pensamiento tantos siglos sojuzgado por quienes no quieren, a quienes no les interesa, que se piense por cuenta propia, y se autoerigen en gurús de variado tipo, se siente más cómodo en la pereza y en la seguridad de que razonen otros, porque pensar por cuenta propia cansa y exige sentido de la responsabilidad. ¡Es tan cómodo tener un director espiritual! Permaneciendo en una infancia intelectual, se evita uno pensar. Kant lo decía principalmente por la religión, y entonces el problema era la coacción jurídica y religiosa, incluso física, a quien se atrevía a pensar por sí mismo. ¿Y ahora?

Vayamos a la política y a la libertad; la libertad de voto. Y vayamos a las coacciones de hoy, porque hoy en España se supone que hay libertad de expresión y de pensamiento, pero las coacciones no han desaparecido; persisten, de otra forma. Ahora tenemos la coacción de los medios de comunicación. La del marketing político. La de la propaganda y la publicidad, conceptos ya indistinguibles.

¿Piensa usted por sí mismo cuando cada semana tuitea, con pensamiento teledirigido, en relación con el tema que proponen esa noche las tertulias políticas de cadenas que tienen como finalidad el lucro y que desconocemos por qué escogen un tema y un enfoque y por qué omiten otros? ¿Piensa usted por sí mismo cuando comenta con otras personas al día siguiente lo que el periodista estrella planteó en tal programa de televisión la noche anterior, pese a que usted desconoce por qué ha escogido ese tema y ese enfoque el periodista estrella, y por qué le paga su cadena de televisión, que tiene ánimo de lucro, para que trate ese tema, para que lo trate así y para que no trate otros? ¿Piensa usted por sí mismo cuando vota al que «da mejor» en un debate de televisión, el «debate decisivo» de candidatos, conforme al criterio que ya viene desde el famoso debate electoral de Kennedy vs. Nixon, tan citado cada vez que hay debates electorales como inicio del marketing político televisual? ¿Piensa usted por sí mismo cuando decide su voto pensando que un candidato sudó y eso significa que estaba nervioso o quizá algo peor, que el otro llevaba la camisa arrugada y eso significa que es un desastre o quizá algo peor, que otro se trabucó al decir una frase y eso significa que no aguanta la presión del directo o algo peor? ¿Piensa usted por sí mismo cuando hace caso de esos planteamientos de los llamados «moderadores» que exigen a los candidatos, al final de un debate, que «resuman en un minuto su programa de gobierno» o «digan lo que quieran en un minuto para convencer a los telespectadores»? ¿Razona usted por sí mismo cuando se deja convencer de que un programa de gobierno puede resumirse en un minuto y que lo que se diga en un minuto tiene que ser determinante? ¿Razona usted por sí mismo cuando considera que un candidato ha de ser un ser omnisciente en vez de un inspirador y un jefe y un coordinador de equipos? ¿Razona, pues, usted por sí mismo cuando se deja convencer por debates planteados como venta de candidatos como si fuera una venta de detergentes?

Si la respuesta de usted es «sí», no siga leyendo. Si la respuesta es «no», siga leyendo.

Le sugiero una campaña electoral distinta. Una que prescinda de las promesas, que ya se sabe que son falsas y en todo caso inexigibles, como inexigibles jurídicamente son los programas electorales, según ya he explicado en otro post. Que prescinda de los debates  electorales, que son espectáculo, y no por casualidad hay «pausas para la publicidad». Que prescinda de los titulares en prensa, escogidos deliberadamente por equipos de campaña en colaboración o connivencia tácita con los medios de comunicación, porque los mítines hace ya mucho que ya no se orientan a los asistentes sino a los medios de comunicación. Que prescinda de cuántas manos estrecha cada candidato, de cuántos mercados visita, de cuántos niños besa; eso, como ya explique en otro post, ya era práctica en las campañas electorales británicas de las primeras décadas del siglo XIX y resultaba ya entonces motivo de risa para Dickens. Le sugiero otra cosa distinta a una campaña de palabrería e imágenes para la galería, de textos predigeridos, de frases falsas y ataques personales: una campaña de hechos. Una campaña de obras son amores y no buenas razones. Una campaña de sapere aude.

Y para ello, eche mano de su memoria. Sí, ya sé, nos obligan a tener memoria de pez. Pero haga un esfuerzo. Sapere aude, atrévase a pensar por sí mismo, atrévase a saber, atrévase a asumir su responsabilidad. No lea los resúmenes de hazañas confeccionados por los propios partidos. Fíese de su propia memoria, que la tiene; fíese de internet, donde está todo, si se busca con criterio. Y recuerde qué ha hecho cada cual. Y piense que lo que han hecho los partidos y los políticos, harán.

Ya imagino que nadie se dedicará a nada de esto. Si así fuera, los partidos se habrían puesto de acuerdo para reducir al mínimo los gastos electorales. Pero no han querido reducirlos; es evidente por qué. Cuando se vende un detergente que lava más blanco, se necesita decirlo muchas veces para convencer a quienes lo que ven con sus propios ojos son los trapos sucios.

Verónica del Carpio Fiestas

 

 

Acerca de Verónica del Carpio Fiestas

Abogada desde 1986. Colegiada ICAM nº 28.303 Profesora de Derecho Civil en el Departamento de Derecho Civil UNED desde 1992 Despacho profesional: C/ Santísima Trinidad, 30, 1° 5, 28010 Madrid (España) Tf. (+34) 917819377 e-mail veronica@delcarpio.es En Twitter @veronicadelcarp
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