¿Cuál línea es más grande, la A o la B?
En nuestra Política actual -disculpe que se ponga la palabra en mayúscula, pero, en fin- el sistema «y tú más» rige con carácter general. El corrupto o el imputado propio o no tiene importancia o, si no queda más remedio, y la cosa es inocultable, el sistema es desviar la atención hacia el corrupto o el imputado ajeno. Lo propio es
- falso
- o insignificante
- o un error contable
- o un error esporádico
- o fruto de una conspiración
- o una manipulación política de los otros
- o los jueces que lo llevan son malísimos moral y técnicamente
- y las demoras en investigación judicial son intolerables y perjudican deliberadamente, aunque sean fruto de las trabas que ponga el propio interesado, su partido o su grupo, de la falta de medios de los juzgados que depende de los propio políticos o de una legislación procesal que han aprobado los propios políticos, y esas circunstancias que explican las demoras solo al parecer importan y se ponen de manifiesto en caso de personajes, personajillos y personajetes, y no el caso de personas comunes, y aunque, curiosamente, la demora pueda dar lugar a una interesante rebaja de responsabilidad penal por dilaciones indebidas, y eso si no hay suerte y no cae una bonita prescripción
o, en el peor de los casos,
- se trata de una sola manzana podrida
- o rige la presunción de inocencia
- o se ha sido absuelto y por tanto da igual porque la responsabilidad penal es al parecer lo mismo que la responsabilidad política
- o ya está prescrito y lo prescrito no cuenta ni desde el punto de vista fiscal ni desde el punto de vista penal.
Y dimitir está descartado. Y, además, eso es desestabilizar.
Mientras que lo ajeno
- no ofrece duda
- es condenable con la máxima dureza
- y, naturalmente, la dimisión urge.
Podría creerse que es el sistema de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Pero no. Eso sirve cuando en unos ojos hay vigas y en otros pajas.
Pero no cuando hay vigas en el ojo que mira y en el mirado.
Y ninguno ve vigas en el propio ojo, aunque naturalmente ve las ajenas.
Y de todas las vigas, muchas son iguales, bien grandes, pero unas le parecen más grande que otras a quien mira tapada la visión por su propia viga. No se da cuenta que se trata de un ilusión óptica.
O, mejor dicho, sí se da cuenta quien mira, que la viga no ciega. Se trata de engañar al espectador.
Los ojos políticos están así:
No, mejor dicho, así:
¿Ve usted los ojos detrás de las vigas podridas? ¿No? Pues están detrás. Es que son tan grandes las vigas que los tapan.
Y, por cierto, no solo hay A y B. También hay más letras en el alfabeto.
Verónica del Carpio Fiestas
¡Viva el arte y agudeza de ingenio!
Nuestro Lope de Vega no se cansaba de repetir «Parva propia magna. Magna aliena parva»
Estupendo artículo