-¿Está todo preparado?
-Todo. Hay veinte hombres muy bien lavados a quienes estrecharás las manos en la puerta y seis niños en los brazos de sus madres, a los que acariciarás en la cabeza, preguntando qué edad tienen. Sobre todo, no olvides lo de los niños. Estas cosas producen muy buen efecto.
-No se me olvidará -dijo El Candidado.
-Y mejor aún, amigo mío -dijo El Asesor Electoral- mejor aún, si puedes, no digo que sea indispensable, pero si quisieras tomarte la molestia de besar a uno de los niños, en fin, eso produciría una gran impresión en la multitud.
-¿No será de igual efecto que te encargues tú de eso? -preguntó El Candidato.
-Me temo que no; pero si lo haces tú, creo que esto te dará gran popularidad.
-Muy bien -dijo El Candidato con aire de resignación; no queda otra que hacerlo.
Sale El Candidato, entre aclamaciones de la multitud, música sonando por los altavoces, policías, asesores de la campaña electoral, afiliados, personas honorables y demás personas, y se sientan en los vehículos, todos apretados como sardinas en lata, camino del auditorio donde se va a pronunciar el discurso de fin de campaña. Hubo un momento de silencio solemne cuando todos los de fila de vehículos esperaron a que El Candidato saliera de la sede del partido y subiera a su limusina.
De repente la multitud lanzó una exclamación.
-¡Ha salido! -exclamó un Simpatizante, tanto más conmovido cuanto que desde su sitio no podía ver nada.
Otra exclamación más fuerte.
-¡Ha estrechado las manos de los hombres! -dijo El Asesor Electoral.
Otra exclamación mucho más violenta.
-¡Ha acariciado las cabezas de los niños! -exclamó el mismo Simpatizante, temblando de ansiedad.
Un trueno de aplausos conmovió el aire.
-¡Ha besado a uno de los niños! -exclamó fascinado El Asesor Electoral.
Un segundo trueno.
-¡Ha besado a otro niño!
Un tercer trueno ensordeció el espacio.
-¡Los besa a todos! -vociferó entusiasmado El Asesor Electoral.
Y llega el momento en que los candidatos proceden a arengar a los votantes, en el discurso de fin de campaña de las elecciones municipales.
Los discursos de los dos candidatos, aunque diferentes en la forma, era iguales en lo de insistir en la nobleza y el mérito de los ciudadanos de ese pueblo. Cada cual expresó la íntima convicción de que jamás había existido sobre la tierra un grupo de personas más independientes, más inteligentes, más desinteresadas, más llenas de virtudes cívicas, que las que estaban presentes oyendo el respectivo discurso. Los dos candidatos dijeron que la industria, el comercio y la prosperidad de ese pueblo serían siempre más queridos para su corazón que cualquier otra cosa en la tierra.
Y cada uno de los dos era muy feliz de poder afirmar que, considerando el buen juicio de todos los votantes, estaba convencido de que sería el ganador.
Verónica del Carpio Fiestas
Como mera transcriptora y adaptadora en detalles insignificantes del capítulo XIII de las «Aventuras de Pickwick», también conocida como «Los papeles póstumos del Club Pickwick», novela de Charles Dickens publicada en 1836, en la traducción de 1868 de Benito Pérez Galdós
Brillante, todavia me estoy riendo.