Tormentas libres

La decisión de emprender o no una lucha, y la de dejarla o no dejarla temporal o definitivamente, es individual, libre y no susceptible de reproche. La decisión de entrar o no en tormentas artificiales y tormentas en vasos de agua, y la de interpretar qué es tormenta artificial y qué tormenta en vaso de agua, también. Y ni es obligatorio expresar opinión sobre todo ni tampoco lo es tenerla y, más aún, resulta imposible con un mínimo de seriedad; y solo cada cual puede valorar hasta qué punto está cualificado para emitir opinión digna y fundada,  o callar si cree que no, o si no quiere exponerla.

Esto es obvio, creía yo; pero por lo visto no tanto. A veces se olvida que quien opina sobre todo es imposible que sobre todo sepa, y que a nadie se le puede exigir que exprese una opinión, difunda una información o se sume a una lucha o siga en ella, o se pronuncie sobre lo que sea, ni justifique por qué lo hace o no lo hace, dentro y fuera de redes sociales. Y no digamos ya con la peligrosa limitación consustancial a las redes sociales, en las que la brevedad y la descontextualización por mensajes fragmentados y simplificados ocasionan una y otra vez malentendidos innecesarios y absurdos, incluso cuando no se trata de todólogos omniscientes pluriopinantes. Twitter, dicen, es una conversación global, y eso, que en absoluto es una virtud, a veces parece como si debiera serlo, y de cobardes o mala educación intentar que no lo sea; como si fuera obligatorio saber de todo y opinar de todo y a todo contestar y sobre todo pronunciarse, como obligación autoimpuesta o susceptible de imposición, pese a que con ello se malgasten fuerzas o se difumine lo importante en lo banal o se impongan luchas que solo de decisiones libres pueden proceder.

Hace mucho que decidí que en uso de mi libertad personal me niego a que rijan mi actividad intelectual unos titulares de periódicos elegidos por no se sabe quién en función de no se sabe qué intereses. Hace mucho  que decidí también que no voy a pensar a fecha fija sobre lo que el periodista estrella de turno proponga cada vez como tema de un programa en prime time, escogido y enfocado tampoco sabemos conforme a qué criterios y posponiendo en cambio otros temas tampoco sabemos por qué, y en cadenas de radio y televisión que tienen accionistas y anunciantes a quienes contentar o buscan legítimamente audiencia o pretenden objetivos desconocidos. Hace mucho también que decidí que estoy en redes sociales para lo que estoy, que son las batallas que conforme a mi propio criterio escoja, y que nadie me puede reprochar que escoja unas y no otras, por el mismo motivo que yo tampoco puedo reprochar a nadie su actuación o su pasividad. Hace mucho que decidí que dentro y fuera de redes sociales haría todo lo posible para que los árboles artificiales no me impidieran ver los bosques reales, y que llegué a la conclusión de que las tormentas artificiales y en vasos de agua hay que evitarlas porque es tan fácil naufragar en ellas como en las tormentas en mares reales, y desgastan lo mismo pero inútilmente, y que  lanzarse a luchar en las falsas tormentas es no solo inútil sino perjudicial, y no solo para quien derrocha esfuerzos en ellas, sino para la propia eficacia de las redes sociales si queremos que sean algo más que un guirigay.

Así que mis tormentas las escojo yo, y solo yo, libremente; me equivocaré al escogerlas, y es inevitable, que soy falible, pero al menos será tras reflexión y sin imposición. Y creo que estaría bien que cada cual escogiera las suyas. Da pena ver gente que cree que puede imponer sus tormentas a otros, y también constatar cada día la manipulación para generar y fomentar tormentas falsas, incluso de buena fe, mientras tristemente siguen en calma mares que deberían estar bravíos. No hay como alejarse unos días de las redes sociales para, con la distancia, apreciar mejor en cuántas tormentas insustanciales se lucha y naufraga ahí cada día y se malgastan fuerzas, qué noticias y polémicas que no son tales o no merecen tanto bombo se generan para armar bulla, desgastar y difuminar lo importante; igual, por cierto, que en medios de comunicación tradicionales.

Lo fácil, dentro y fuera de redes sociales, y especialmente dentro, que curiosamente se rigen por el impulso pese a que sabemos que  lo que se diga en ellas es irremediable, es dejarse arrastrar por las tormentas artificiales. Cuesta más esfuerzo quedarse al margen, imponerse el esfuerzo intelectual continuado de analizar qué es banal o artificial o qué no es tema de interés general, o de verdadero interés para cada cual, que entrar en cada tormenta que nos pongan por delante.  Y así Twitter y otras redes sociales pasan en efecto a ser esa boba e innecesaria conversación global con enfrentamientos innecesarios, y manipulable, guirigay simplificador y de las tormentas falsas que ocultan las reales y equiparan insignificancias a cuestiones de verdad relevantes, en vez del más poderoso instrumento de cambio y difusión no manipulable que ha existido nunca y que podría ser si todos, o muchos, nos propusiéramos que lo fuera.

Verónica del Carpio Fiestas

Acerca de Verónica del Carpio Fiestas

Abogada desde 1986. Colegiada ICAM nº 28.303 Profesora de Derecho Civil en el Departamento de Derecho Civil UNED desde 1992 Despacho profesional: C/ Santísima Trinidad, 30, 1° 5, 28010 Madrid (España) Tf. (+34) 917819377 e-mail veronica@delcarpio.es En Twitter @veronicadelcarp
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