“Dialéctica erística o el arte de tener razón, expuesta en treinta y ocho estratagemas” es el nombre de un breve ensayo (treinta y tantas páginas) del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1768-1860). El texto completo puede encontrarse por ejemplo aquí o aquí e incluso leído en Youtube, en audio de poco más de una hora; está basado en Aristóteles, con aportes propios de Schopenhauer de contenido y enfoque. Cómo es posible querer ganar una discusión prescindiendo de que se tenga o no razón e induciendo a error al auditorio, parecería inconcebible, porque que gane y brille la verdad con honradez intelectual es lo único que debería interesar en una discusión en cualquier ámbito, y no digamos si la discusión es pública y política, ¿no? Aunque las cosas no son tan sencillas:
“¿Cuál es el origen de esto? La maldad natural del género humano. Si no fuese así, si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o en cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario. Tras esto, cada cual no tendría otra cosa que hacer más que esforzase por juzgar rectamente, para lo que primero tendría que pensar y luego hablar. Pero junto a la vanidad natural también se hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlatanería y la innata improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se dan cuenta de que su afirmación es falsa y que no tienen razón, debe parecer, sin embargo, como si fuese lo contrario. El interés por la verdad, que por lo general muy bien pudo ser el único motivo al formular la supuesta tesis verdadera, se inclina ahora del todo al interés de la vanidad: lo verdadero debe parecer falso y lo falso verdadero.”
Y quien dice “vanidad” dice otros muchos motivos, por ejemplo, “Muy pocos son capaces de pensar, sin embargo todos quieren tener opiniones», afirma Schopenhauer…
Y es que, dice Schopenhauer, “en la dialéctica hay que dejar a un lado la verdad objetiva, o considerarla como algo accidental; y, simplemente, no ocuparse más que de cómo defender las afirmaciones propias y cómo invalidar las del otro. En lo que a estas reglas se refiere, es permisible no tener en cuenta la verdad objetiva porque en la mayoría de los casos se desconoce su paradero.«
Y para ganar en una discusión sin tener razón Schopenhauer ofrece 38 estratagemas concretas para “el arte de ganar una discusión sin tener razón». Vamos a empezar por la 38 y última, que es una de las más populares: la grosería.
“ESTRATAGEMA FINAL
Cuando se advierte que el adversario es superior y se tienen las de perder, se procede ofensiva, grosera y ultrajantemente; es decir, se pasa del objeto de la discusión (puesto que ahí se ha perdido la partida) a la persona del adversario, a la que se ataca de cualquier manera. Puede denominarse a este procedimiento argumentum ad personam, distinguiéndolo así del argumentum ad hominem, que consiste en alejarse del objeto de la discusión atacando alguna cosa secundaria que ha dicho o admitido el adversario. Ad personam, en cambio, se procede abandonando por completo el objeto en discusión y atacando a la persona del adversario; así, uno se torna insolente y burlón, ofensivo y grosero. Se trata de pasar de la apelación de la fuerza del espíritu a la fuerza del cuerpo, o a la bestialidad. Esta regla es muy popular; como todo el mundo está capacitado para ponerla en práctica, se utiliza muy a menudo.”
Hasta ahora vamos bien. Esto en efecto se ve en redes sociales, tertulias televisivas y debates parlamentarios con frecuencia; lo que Schopenhauer recomendaba en el siglo XIX ahí sigue, muy popular. Vamos a seguir con la estratagema 16:
“ESTRATAGEMA 16
Argumenta ad hominem o ex concessis. Con respecto a una afirmación del adversario, tenemos que buscar si de alguna manera no estará en contradicción -en caso necesario, por lo menos en apariencia -con alguna otra cosa que él haya dicho o admitido previamente, o con los principios de una escuela o secta que él haya alabado aprobado; también con hechos de quienes pertenecen a tal secta, o con los de miembros falsos o supuestos, o con su propia conducta. Si, por ejemplo, él defiende el suicidio, se le espeta: ”¿Por qué no te ahorcas tú ?”. O si afirma que la permanencia en Berlín no le es grata, se le increpa inesperadamente: “¿Por qué no te marchas de aquí en el primer correo?”.”
Diría que estos argumenta ad hominem o ex concessis siguen siendo también muy populares. Vayamos con la estratagema 12.
“ESTRATAGEMA 12
Si la conversación versa sobre un concepto general que carece de nombre propio y tiene que designarse trópicamente mediante una similitud, enseguida hemos de elegir nosotros el símil, de manera tal que sea lo más ventajoso posible para nuestra afirmación. Así, por ejemplo, los nombres con que en España son designados los dos partidos políticos, serviles y liberales, los eligieron, evidentemente, estos últimos. El nombre de “protestantes” lo eligieron ellos; el de “evangélicos”, también; pero el de “herejes”, los católicos. Sirve también para nombrar las cosas de manera que resulten más apropiadas a nuestro interés: por ejemplo, si el adversario ha propuesto un cambio, se le llamará innovación, pues se trata de una palabra aborrecida. Actuaremos de manera contraria si somos nosotros quienes hacemos la propuesta. En el primer caso se llama a lo opuesto “orden establecido”; en el segundo, “un pellejo”. Aquello que alguien desintencionada e imparcialmente llamaría algo así como “culto” o “doctrina pública de la fe”, otro que quisiera hablar en su favor, lo llamaría “piedad” o “beatitud”, y un enemigo, “hipocresía” o “superstición”. En el fondo se trata de una sutil petitio principi, ya que con la palabra, en la denominación utilizada, damos ya por supuesto aquello que queremos probar y que luego derivamos mediante un simple juicio analítico. A lo que uno denomina “asegurar su persona”, “poner bajo custodia”, su enemigo lo llama “encerrar”. Un orador traiciona previamente su intención por medio del nombre que da a las cosas. Uno dice “la espiritualidad”; otro, “los curas”. Entre todas las estratagemas ésta es instintivamente la que más se usa. Fervor religioso/ fanatismo; desliz o galantería/ infidelidad; equívoco/indecencia; contratiempo/ bancarrota; “por medio de influencia y relaciones”/ “mediante corrupción y nepotismo”; “sincero reconocimiento”/ “buena retribución”.”
No creo que nadie pueda sostener razonablemente que era solo en el siglo XIX cuando esta estratagema se utilizaba en España; en los medios de comunicación, los debates políticos televisivos y parlamentarios, las redes sociales, esta estratagema 12 la veo con frecuencia, o, mejor dicho, con mucha frecuencia. Se ve que sigue siendo popular y útil. Por cierto, tiene gracia que Schopenhauer ponga el ejemplo de España, cuando ningún otro pone de país concreto en ninguna de las estratagemas; quizá ya en el siglo XIX la política española era especialmente interesante desde el punto el vista de la dialéctica. Pero sigamos, ahora con la estratagema 8:
“ESTRATAGEMA 8
Provocar la irritación del adversario y hacerle montar en cólera, pues obcecado por ella, no estará en condiciones apropiadas de juzgar rectamente ni de aprovechar las propias ventajas. Se le encoleriza tratándole injustamente sin miramiento alguno, incomodándole y, en general, comportándose con insolencia.”
Bueno, bueno, hay que ver qué moderno es Schopenhauer; esto parece una descripción exacta de un cierto modo de comportamiento en Twitter. Pero sigamos, con la estrategema 18:
“ESTRATAGEMA 18
Si notamos que el adversario comienza una argumentación con la que va a derrotarnos, no tenemos que consentirle que siga adelante con ella; hay que impedirle a toda costa que la concluya, interrumpiendo o desviando a tiempo la trayectoria de la discusión al encaminarla hacia otras cuestiones. Brevemente, le salimos al paso con una mutatio controversiae [cambio del tema de la discusión].”
A estas alturas casi llega el momento de preguntarse cómo es posible que Schopenhauer escribiera esto cuando no había Twitter. Vayamos con la estratagema 28:
“ESTRATAGEMA 28
Esta estratagema está especialmente indicada para cuando discuten personas doctas ante un público que no lo es. Si no se tiene ningún argumentum ad rem y ni siquiera uno ad hominem, se intenta uno ad auditores [al auditorio], esto es, se arguye una observación inválida, cuya invalidez sólo reconoce el experto. si bien el adversario lo es, no así el auditorio: a sus ojos, nuestro adversario pasará por ser el derrotado, y aún más rotundamente, si la observación que se hizo pone en ridículo de algún modo su afirmación. La gente está enseguida dispuesta a la risa; y se obtiene el apoyo de los que ríen. Para mostrar la nulidad del comentario, el adversario tendría que debatir largamente y remitirse a los principios de la ciencia o a otra cosa por el estilo, con lo que no obtendría fácilmente atención.
Ejemplo. El adversario dice: “En la formación de la costra rocosa primigenia, la masa desde la que cristalizaron el granito y toda la roca restante se hallaba fluida a causadel calor, es decir, derretida; el calor debió de ser por lo menos de 200° R.; la masa cristalizó bajo la superficie marina que la cubría.” Hacemos el argumento ad auditorem, aduciendo que bajo aquella temperatura, ya incluso antes de los 80°, el mar habría cocido y se habría esfumado en forma de vapor. Los espectadores ríen. Para refutarnos, nuestro adversario tendría que demostrarnos que el punto de ebullición no depende sólo del calor, sino también de la presión atmosférica y que ésta es tan intensa que incluso si la mitad del agua marina sube en forma de vapor, aun a la temperatura de 200° R. no da lugar a cocción alguna. Mas él no se aventura a demostrarlo, pues para quienes no son físicos se necesita prácticamente todo un tratado.”
Hay que ver la cantidad de veces que he visto esta estratagema 28 en debates públicos de contenido jurídico. Las estratagemas 32 y 36 también las he visto muchas veces, en todo tipo de debates:
“ESTRATAGEMA 32
Una forma rápida de invalidar o, al menos, hacer sospechosa una afirmación del adversario que no nos conviene es subsumirla bajo una categoría aborrecible con la que pueda tener alguna semejanza, con la que se la relaciona sin más: por ejemplo “esto es maniqueísmo, esto es arrianismo; esto es pelagianismo; esto es idealismo; esto es espinozismo; esto es panteísmo; esto es brownianismo; esto es naturalismo; esto, ateísmo; esto es racionalismo; esto, espiritualismo; esto es misticismo; etc.”. Con lo que suponemos dos cosas: 1) que la afirmación es idéntica o, al menos, está contenida en tal categoría y podemos exclamar: “¡Oh, esto no es nuevo para nosotros!” y 2) que tal categoría ya está refutada del todo y no puede contener ni una sola palabra de verdad.”
“ESTRATAGEMA 36
Desconcertar y aturdir al adversario con absurda y excesiva locuacidad. Esto tiene que ver con que frecuentemente creen los hombres, al escuchar palabras huecas, que se trata de graves pensamientos. Si el adversario es consciente de su propia debilidad y lo oculta, si está acostumbrado a escuchar cosas que no entiende haciendo como si las hubiese entendido, entonces puede impresionársele si con aire de seriedad y haciendo que parezcan verdades profundas, se le espetan los mayores absurdos como si fueran la prueba palpable de lo que se desea defender.”
Esta última estratagema, que he visto especialmente empleada si se habla de Economía, me recuerda a este chiste de Gila:
Estas estratagemas que he trascrito son solo unas cuantas de las 38; saber que existen permite detectar las falacias de una discusión actual, por ejemplo sobre política, y no solo en Twitter o redes sociales. ¿Interesa que la gente sepa detectar las falacias en discusiones públicas, por ejemplo políticas, o entre políticos? Supongo que sí. Cómo va ser que no, ¿no?
Aunque, es curioso, no sé por qué, de repente me he acordado de cómo la Filosofía, que enseña a pensar, está quedando marginada en los estudios reglados…
Verónica del Carpio Fiestas
Gracias, muy instructivo. Ya se sabía porqué la Filosofía no debía enseñarse, totalmente compartido.